Museo
Diocesano en Kolumba, Peter Zumthor, 2007.
Los jóvenes acuden a la universidad, quieren ser
arquitectos o arquitectas, quieren averiguar si poseen las cualidades para
ello. ¿Qué es lo primero que se les transmite?
Lo primero que se les ha de explicar es que no se
encontrarán con ningún maestro que plantee preguntas ante las cuales él sepa de
antemano la respuesta. Hacer arquitectura significa plantearse uno mismo
preguntas, significa hallar, con el apoyo de los profesores, una respuesta
propia mediante una serie de aproximaciones y movimientos circulares. Una y
otra vez.
La fuerza de un buen proyecto reside en nosotros
mismos y en nuestra capacidad de percibir el mundo con sentimiento y razón. Un
buen proyecto arquitectónico es sensorial. Un buen proyecto arquitectónico es
racional.
Antes de conocer siquiera la palabra arquitectura,
todos nosotros ya la hemos vivido. Las raíces de nuestra comprensión de la
arquitectura residen en nuestras primeras experiencias arquitectónicas: nuestra
habitación, nuestra casa, nuestra calle, nuestra aldea, nuestra ciudad y
nuestro paisaje son cosas que hemos experimentado antes y que después vamos comparando
con los paisajes, las ciudades y las casas que se fueron añadiendo a nuestra
experiencia. Las raíces de nuestro entendimiento de la arquitectura están en
nuestra infancia, en nuestra juventud: residen en nuestra biografía. Los
estudiantes deben aprender a trabajar conscientemente con sus vivencias
personales y biográficas de la arquitectura, que son la base de sus proyectos.
Los proyectos se abordan de manera que pongan en marcha todo ese proceso.
Nos preguntamos qué es lo que entonces nos gustó, nos
impresionó, nos conmovió en esa casa, en esa ciudad, y por qué. Cómo estaba
dispuesto el espacio, el lugar, qué aspecto tenía, qué olor había en el
ambiente, cómo sonaban mis pasos, cómo resonaba mi voz, cómo sentía el suelo
bajo mis pies, el picaporte en mi mano, cómo era la luz sobre las fachadas, el
brillo de las paredes. ¿Era una sensación de estrechez o de amplitud, de
intimidad o vastedad?
Pavimentos de listones de madera como ligeras
membranas, pesadas masas pétreas, telas suaves, granito pulido, cuero delicado,
acero rudo, caoba bruñida, vidrio cristalino, asfalto blando recalentado por el
sol; he aquí los materiales de los arquitectos, nuestros materiales. Los
conocemos a todos ellos y, sin embargo, no los conocemos. Para proyectar,
para inventar arquitecturas, debemos aprender a tratarlos de una forma
consciente. Eso es un trabajo de investigación; eso es un trabajo de
rememoración.
La arquitectura es siempre una materia concreta; no es
abstracta, sino concreta. Un proyecto sobre el papel no es arquitectura, sino
únicamente una representación más o menos defectuosa de lo que es la
arquitectura, comparable con las notas musicales. La música precisa de su
ejecución. La arquitectura necesita ser ejecutada. Luego surge el cuerpo, que
es siempre algo sensorial.
Pensar en imágenes al proyectar algo entraña siempre
pensar en la totalidad. Pues, por su naturaleza, la imagen muestra siempre la
estructura total del sector de la realidad imaginada objeto de consideración,
como, por ejemplo, la pared y el suelo, el techo y los materiales, la atmósfera
luminosa y la tonalidad de un espacio. E incluso, igual que en el cine, vemos
todos los detalles en la transición del suelo a la pared y de la pared a la
ventana.
Es evidente que, con frecuencia, estos elementos no
están ahí al comenzar un proyecto, cuando intentamos hacernos una imagen del
objeto que estamos pensando. La mayor parte de las veces, la imagen es
incompleta al comienzo del proceso del proyecto, de modo que nos esforzamos por
volver a concebir y clarificar una y otra vez el tema de nuestro proyecto, a
fin de que las partes que faltan encajen en nuestra imagen. O, dicho de otro
modo: proyectamos. La clara y concreta perceptibilidad de las imágenes que
representamos nos ayuda a no perdernos en la esterilidad de abstractas
hipótesis teóricas, a no perder el contacto con las cualidades de concreción de
la arquitectura. Nos ayuda a no enamorarnos de la calidad gráfica de nuestros
dibujos y a no confundirla con lo que constituye realmente una cualidad arquitectónica.
Producir imágenes interiores es un proceso natural que
todos nosotros conocemos. Forma parte del pensamiento.
Un pensamiento asociativo, salvaje, libre, ordenado y
sistemático en imágenes, imágenes arquitectónicas, espaciales, en color y
sensoriales; he aquí mi definición preferida del proyectar. Me gustaría
transmitir a los estudiantes que el método adecuado para proyectar es ese
pensar en imágenes
Exposición
en Lisboa, Peter Zumthor, 2008.-

