Plataforma
maya en Yucatán, Jorn Utzon, 1949.
La
plataforma, utilizada como elemento arquitectónico, resulta algo fascinante. Me
cautivó por primera vez en México, durante un viaje de estudios que realicé en
1949. Allí encontré una gran variedad de plataformas, diferentes tanto por su
tamaño como por su concepción. Muchas de ellas se encuentran aisladas, rodeadas
solamente por la naturaleza.
Todas
las plataformas mexicanas fueron ubicadas y construidas por artistas que
hicieron gala de una gran sensibilidad en su apreciación del entorno natural y
de una gran profundidad en su concepción del diseño. Irradia de ellas una gran
fuerza. Cuando uno las siente bajo los pies experimenta la misma sensación de
firmeza que emana de un macizo rocoso.
Quiero
dar algunos ejemplos de la brillante concepción que las respalda. En Yucatán,
en Uxmal y en Chichen ltza se han seguido los mismos principios, basados en la
existencia de entornos naturales similares. La región de Yucatán es una
planicie cubierta por una selva inaccesible de altura uniforme y definida. En
esta selva, los mayas vivían en villorrios rodeados de pequeñas parcelas de
terreno despejadas de árboles para dedicarlas al cultivo y teniendo como fondo,
y también como techo, la jungla calurosa y húmeda. No existían largas visuales
ni era posible realizar movimientos hacia arriba o abajo.
Al
introducir el uso de la plataforma con su nivel superior ubicado a la misma
altura que las copas de los árboles, los mayas descubrieron sorpresivamente una
nueva dimensión de la vida, consonante con su devoción a los dioses. Sobre
estas altas plataformas –muchas de las cuales tienen una longitud de cien
metros– construyeron sus templos. Desde allí tenían acceso al cielo, las nubes,
la brisa y a esa gran planicie abierta en que, de pronto, se había convertido
el anterior tedio selvático. Gracias a este artificio arquitectónico cambiaron
totalmente el paisaje y dotaron a su experiencia visual de una grandeza sólo
comparable a la grandeza de sus dioses.
Todavía
hoy puede experimentarse esa misma maravillosa variación de sensaciones que se
produce al pasar de la selva cerrada al vasto espacio abierto que se aprecia
desde lo alto de la plataforma. Es un sentimiento similar al que vivimos en
Escandinavia cuando después de semanas de interminable lluvia, nubes y
oscuridad, aparece nuevamente el sol.También en la India y en Oriente, sin
olvidar las acrópolis y el Medio Oriente, muchas plataformas maravillosas de
diferentes tipos constituyen la base de composiciones arquitectónicas
magníficamente concebidas.
Una
de las más destacadas es la gran mezquita de Old-Delhi. Está rodeada por las
construcciones del mercado y los bazares, ubicados a su vez dentro de un
fárrago de tránsito de gente, animales, ruido y edificios. Elevada entre tres y
cinco metros con respecto a todo ese mundo se extiende la enorme plataforma de
roja piedra arenisca, rodeada por arcadas. En tres de los lados de la
plataforma las arcadas están cerradas por paredes, de manera que sólo a través
del cuarto lado se puede mirar hacia abajo y establecer contacto con el
desorden y la vida de la ciudad. Dentro de esta playa o plataforma se
experimenta una profunda sensación de lejanía y de paz. Con medios tan escasos
se obtuvo un efecto que ningún arquitecto o cliente podría haber soñado de
antemano.
Las
viviendas y los templos chinos deben mucho de la sensación de firmeza y
seguridad que transmiten al hecho de que se apoyan sobre una plataforma,
elemento que suele tener las mismas dimensiones que el techo, o a veces
mayores, de acuerdo con la importancia del edificio. El juego entre la cubierta
y la plataforma produce un efecto mágico. El piso en las casas tradicionales
japonesas, es una delicada plataforma tratada como si fuera un puente. Es algo
así como la tapa de una mesa. Es un mueble.
En
las casas japonesas nos atraen los pisos, así como en las casas europeas nos
atraen las paredes. En una casa europea uno quiere sentarse junto a la pared,
en el Japón desea sentarse sobre el piso, más que caminar sobre él. La vida, en
los hogares japoneses, se expresa en los movimientos de recostarse o caminar
casi a gatas.
Contrariamente
a la sólida sensación de roca que brindan las plataformas mexicanas, aquí uno
se siente como si estuviera parado sobre un pequeño puente de madera,
dimensionado sólo para sostener nuestro peso y ni una brizna más. Un
refinamiento que se agrega a la expresividad de las plataformas japonesas es el
énfasis horizontal conferido al espacio por el movimiento de las puertas
corredizas y los biombos, mientras que las líneas negras, que marcan los bordes
de las esferas, acentúan la atractiva superficie del piso. Contra el fondo de
esta arquitectura tranquila, lineal y de colores naturales, pero igualmente
efectiva y encantadora. Las mujeres japonesas se mueven silenciosamente como
exóticas mariposas, envueltas en sus kimonos de seda coloreados.
Otro
ejemplo mexicano es Monte Albán, un lugar ingeniosamente elegido para adorar a
los dioses. El ordenamiento, o la adaptación, realizado por el hombre en ese
sitio ha dado como resultado un hecho más importante aún que la naturaleza
misma, confiriéndolo al mismo tiempo un alto contenido espiritual.
Esa
pequeña montaña –Monte Albán, casi una pirámide– domina tres valles cercanos a
la ciudad de Oaxaca, en el sur de México. La montaña está truncada, y esa
especie de meseta superior mide aproximadamente unos 500 por 300 metros.
Mediante la construcción de escalinatas y edificios aterrazados sobre el borde
de la plataforma, y manteniendo la parte central de ésta a un nivel inferior la
cima de la montaña se convirtió en algo completamente independiente que flota
en el aire, separado de la tierra. Desde arriba no se ve otra cosa que el cielo
y las nubes que pasan: un nuevo planeta.
Algunos
de mis proyectos de los años más recientes están basados sobre el empleo de
este elemento: la plataforma. Además de su fuerza arquitectónica, la plataforma
suministra un buen recurso para resolver los actuales problemas de tránsito. El
simple hecho de que los automóviles puedan pasar por debajo de una superficie
reservada al tránsito peatonal ofrece muchas posibilidades de utilización.
Gran
parte de nuestras hermosas plazas europeas se deterioran a causa de los
automóviles. Los edificios que antes conversaban entre sí a través de una
plaza, ya sea que estuvieran ordenados en sistemas axiales o en composiciones
equilibradas, ahora ya no pueden hacerlo porque el flujo del transito los
separa. La velocidad y el comportamiento sorpresivamente ruidoso de los
vehículos nos hacen huir de las plazas, lugares que antes utilizábamos para
pasear tranquilamente.
En
algunos de los esquemas que mostramos existen vanos niveles de tránsito
planteados debajo de una plataforma (para movimiento peatonal cubierto, para el
tránsito de vehículos y para estacionamiento). Los edificios están ubicados en
la parte superior de la plataforma y se relacionan los unos con los otros
dentro de una composición que no resulta perturbada por el tránsito.
En
el proyecto para la Ópera de Sidney, la idea rectora fue hacer que la
plataforma cortara el edificio como un cuchillo separando completamente las
funciones primarias de las secundarias. En la parte superior de la plataforma,
el espectador percibe la obra de arte terminada; en la parte inferior se la
prepara.
Es
muy importante mostrar la fuerza expresiva de la plataforma y no destruirla con
las formas que se construyen sobre ella. Un techo plano no expresa la
horizontalidad de la plataforma. Como se muestra en los croquis para la Ópera
de Sidney y para la escuela secundaria de Elsinore, los techos de formas curvas
quedan suspendidos por encima o por debajo de la terraza. El contraste de
formas y el constante cambio de alturas entre los elementos dan como resultado
espacios de gran fuerza arquitectónica. Obtenidos gracias a las posibilidades
que brindan las modernas técnicas que han puesto en manos del arquitecto una
hermosa herramienta.
El
techo puede colgar, extenderse o saltar sobre el espectador en uno o varios
brincos. El problema consiste en resolver el aislamiento contra el agua y el
calor y los requerimientos estructurales de un elemento de gran masa, que en
diversas combinaciones dé como resultado un techo de formas variadas.
Las
variaciones formales que permite la plataforma como elemento arquitectónico son
infinitas. Mostramos otro ejemplo en el proyecto de un pequeño centro
comercial, en el cual las compras se realizan en el cráter central de su
sección, en forma de volcán aplanado, mientras que la entrega de mercaderías a
los locales se lleva a cabo desde abajo sin ninguna clase de impedimentos.
En
los proyectos basados en el empleo de plataformas hay que vencer muchas
dificultades técnicas. En el proyecto de la Ópera de Sidney una de estas
dificultades, el problema del drenaje de agua –verdaderamente serio–, fue
solucionado en forma simple, con la colaboración del ingeniero Ove Arup. Las
losas plegadas del techo, de forma ahuesada, constituyen un sistema de drenaje
ideal. Las lajas de granito de la plataforma, de 2 metros por 1 y 3 pulgadas de
espesor cada una se colocaron con juntas abiertas rehundidas para permitir que
corriera el agua entre ellas, y descansa a su vez horizontalmente sobre los
bordes de las losas plegadas, de tal modo que la plataforma entera trabaja como
un tamiz.
Croquis
de la casa de Bayview, Jorn Utzon, 1963.

