SOBRE VISITA A TERRENO_viernes 13_abril 2012





A Colegio San Francisco Javier Puerto Montt, del Arquitecto Martin Hurtado
11:00 AM



PARA LLEGAR EN VEHICULO PARTICULAR




PARA LLEGAR EN LOCOMOCION COLECTIVA

TRAMO A, Universidad San Sebastian /Paseo Talca

TRAMO B, Paseo Talca a Colegio San Javier




SUPERPOSICIONES. Gonzalo Díaz-Y. Recaséns







10 abril, 2011 in 2006
Reflejo del Edificio Seagram de Mies van der Rohe en el pavimento de la plaza de acceso, fotografía de Paul Fisher.
 Frecuentemente oímos decir que los arquitectos son osados ya que hablan de todo y no conocen en profundidad casi nada; creo que en parte este juicio es verdad. Pero sólo en parte. Ocurre que es necesario generalizar y eso en esta época está mal visto. Esta época de especialización en la que el conocimiento universalista no tiene crédito, olvida que esta visión global es necesaria para comprobar lo que sí es específico de los arquitectos: me refiero a la forma. Los arquitectos tenemos de específico que dotamos de forma a las manifestaciones vitales y es en la labor de comprobar su adecuación, desde donde necesitamos generalizar y atender a muchos aspectos diferentes y necesarios que en ella inciden.
El proceso inverso, es decir, tratar de ver cómo desde la forma se explican las complejas tensiones que las generaron, las razones originales, no es mera especulación erudita, ni un afán historicista: buscar el origen de nuestras formas es un problema de supervivencia. Para los arquitectos, los problemas son siempre los mismos: disponer un basamento, un soporte, una plataforma, o una techumbre es desde hace mucho tiempo lo mismo, a pesar de los cambios técnicos, funcionales o significativos. Para los arquitectos mirar atrás es necesario para ver y poder actuar en el presente.
El origen de las cosas tiene una gran capacidad evocadora. Unas veces se pierde el sentido original y las formas, que siempre son soporte de significados sociales y culturales, se empobrecen y destruyen. Otras veces, sobre las formas existentes se desarrollan actividades diferentes a las originales y se acumulan otros significados nuevos, llenándose de nuevos contenidos simbólicos y funcionales.

Trato de ser un arquitecto y no un historiador, necesito el conocimiento y las sugerencias de la historia para poder actuar en la realidad. Como ha dicho Giedion el contacto con el pasado llega a ser tan sólo auténticamente creado, cuando el arquitecto vislumbra su contenido, y último significado; y se transforma, no obstante en un peligroso engaño cuando se limita a una pura búsqueda de formas. Las formas del pasado interesan en la medida que son útiles para el presente, buscar en el medio que me rodea, es quizás un modo de hablar de mis inquietudes, de búsquedas, de las intenciones de mi arquitectura; creo que nunca pretenden ser un afán de erudición o de otro tipo de presunción.

Los arquitectos y nuestras intervenciones particulares representamos solo un momento en la historia de la ciudad; somos como un eslabón en la vida de sus formas y sus fábricas. Me interesa rastrear las huellas del tiempo en las fábricas de piedra, “la forma del tiempo”, que diría Kubler. Para él, cabe entender el conjunto de edificios de interés histórico como una secuencia formal en la que, en un momento preciso, una fase histórica, siempre representa un pedazo del devenir inmovilizado o una emanación del tiempo pasado; del evento original al presente, el edificio sufre varias transformaciones. Me interesa la categoría de los eventos sufridos que son señales que la historia va dejando y sirven también de punto de partida para las transformaciones posteriores.

Así, el arquitecto debe saber encontrar la poética de los acontecimientos que le ha tocado vivir y es él quien debe saber traducirlos a la piedra. Cabría pensar que de la bondad de sus edificios, de la riqueza de su construcción y de la receptividad social hará que se acumulen en el tiempo. Me gusta pensar que la maldad casi nunca permanece, se erosiona más deprisa, repele el tiempo y desaparece más prontamente. Una actitud auténtica con la historia, que inserte la arquitectura en nuestra cultura y no actitudes anacrónicas, no es tanto un deseo de conocimiento, como una búsqueda cargada de generalizaciones por entender las manifestaciones humanas. En la historia de la arquitectura, que para los arquitectos equivale a decir la presencia constante de los problemas eternos, son escasas las invenciones ex novo, las invenciones radicalmente nuevas. Son más frecuentes las transformaciones progresivas, que paso a paso van generando las formas.

La arquitectura tiene una serie de constantes atemporales e imperecederas, de modo que disponer un soporte, ya sea una columna o un pilar que sostenga el edificio, definir una adecuada plataforma, basamento o cimentación que lo sostenga, definir un techo que cobije y proteja o conformar un espacio con la luz emocionante, siguen siendo en esencia el mismo problema que hace 4.000 años, con independencia de la técnicas, los significados y la actividad propia de la cultura en cada época. Pero, la arquitectura siempre es distinta por su irrepetibilidad. Desde el momento que se afianza en un suelo concreto, que se particulariza y se hace individual, la arquitectura se desprende de parte de su pureza y reduce las vinculaciones con su pasado. Por ello cabría pensar que no es tan fácil y han fracasado tantos intentos por industrializar y asimilar la arquitectura a un automóvil o a un elemento fabril. Las ideas cuando precisan materializarse y construirse se llenan de particularidades, se manchan y deforman en el esfuerzo que supone hacerlas reales. Pienso que los arquitectos cargan los edificios de referencias y valores de su cultura y por tanto de su medio.
La ciudad como forma que soporta la vida, crece, envejece y se regenera, y siempre muestra parte de lo heredado en el trazado de sus calles, en la forma de sus edificios y en la capacidad de estos para adaptarse al paso del tiempo, sobreviviendo a la selección y erosión que este impone. Entender el presente de una ciudad supone a mi parecer, asumir la idea de que la ciudad es el conjunto de las formas que se han ido construyendo con el tiempo; formas superpuestas, de modo que las primeras condicionan a las posteriores. De este modo la ciudad histórica, aquel sector que ha sido su núcleo original, es normalmente el fundamento desde el que se aplica su forma. Son estas primeras trazas las que, a modo de una semilla, han generado las sucesivas transformaciones y ampliaciones.

A mi parecer, entender la ciudad supone desentrañar y explicarnos las primeras razones en la lógica de su conformación. La ciudad está en continua transformación y la vida en ella va haciendo y amoldando su estructura y esto es lo que la enriquece. En su hacerse, la forma urbana soporta no sólo intervenciones esporádicas, sino un continuo obrarse en el tiempo; está haciéndose y deshaciéndose ininterrumpidamente. Probablemente si se paralizara su continua renovación, la ciudad se moriría, la vida desaparecería de sus calles y de sus casas. Así la ciudad histórica necesita continuas transformaciones y readaptaciones que van haciendo en piedra su historia.

La forma de la ciudad es portadora de la historia; en ella se puede leer desde el origen de sus primeros rasgos en el asentarse hasta los recientes acontecimientos; el plano de una ciudad es como una novela que nos narra la historia de la forma de la ciudad, sus transformaciones y sus cambios. Pero lo importante no son los cambios sino la categoría de los mismos y quizás sea el tiempo quién actúe de filtro, permitiendo que permanezcan los hechos significativos y desaparezcan las vanas y perversas actuaciones. Este hecho, por el que en la ciudad se acumulan el tiempo y la historia de los acontecimientos, podría explicarnos por qué son los cascos históricos más bellos, representativos y sugerentes que los nuevos barrios periféricos. Probablemente el mayor interés radique en que la ciudad histórica contiene un almacén de significados y sus formas actúan de referencia colectiva, al seleccionarse más frecuentemente lo bueno, lo útil o lo memorable.
Si el tiempo es un filtro, la arquitectura que resiste su papel selectivo, probablemente se depure y se perfeccione con su paso, y la vieja aspiración vitruviana de vetusta, que implicaba durar, pasar a la posterioridad, hasta hace poco tiempo era una virtud incuestionable. Pero ¿ha cambiado en realidad esta idea de durabilidad, y de permanencia?, y por otro lado, ¿en nuestra ciudad, lo deleznable de nuestra construcción, es quizás muestra de un cierto desinterés por esa durabilidad física de la arquitectura, tan ansiada en otros tiempos en nuestra cultura?, ¿qué sentido tiene hoy hablar de la durabilidad de los edificios, de la vetusta vitruviana?, ¿qué supone la búsqueda de la permanencia? ¿Se trata de una forma, una idea, un recuerdo, o una leyenda, de cuando los hombres pensaban que construían pirámides para la eternidad? ¿Acaso no son las formas más perecederas que las ideas?
Las cosas casi siempre mantienen alguna señal o huella de lo que han sido. Cabría pensar que existe una prefijación, una marca previa, una idea prefijada de un individuo que va reponiendo sus células muertas y al cabo de un tiempo todas éstas son nuevas pero el individuo es el mismo. Hasta las pirámides de Egipto, que es como decir el globo terráqueo, es perecedero, habrá algún día que se desintegre y sin embargo la idea de las pirámides permanecerá y formará parte de la humanidad. Pero hasta entonces esta idea se ha incorporado a la cultura de los hombres de muy diversas maneras; va teniendo un discurrir en el tiempo. La permanencia supone esa voluntad de aportar valores estables y trascender al paso del tiempo.
Entre las acciones que conducen a individualizar y particularizar la arquitectura está su implicación con el lugar y quizás nazcan aquí las condiciones que la hacen irrepetibles. Cada edificio supone un hecho particular; la acción de la naturaleza, con sus diferentes solicitaciones y el tiempo con el envejecimiento y los sucesos que en él acontecen, imponen una historia propia con hechos específicos. Si el placer y el dolor dejan sus marcas en los hombres y son circunstancias que los forjan, en la arquitectura hay condiciones del lugar y la acción del hombre al vivir en ella, la llenan de particularidad. Quizás por ello los habitantes van cargando sus casas de referencias propias con las que identificar su hábitat.
En muchas ocasiones el hombre ha transgredido estas acciones, ya que no respeta el medio natural, ni el envejecimiento que el tiempo impone, ni las razones lógicas que la justifican y este sentirse omnipoderoso, este espíritu actual de autoconfianza, de seguridad en la ciencia y en la técnica, le conduce a ser poco considerado y respetuoso con el medio y con la cultura. Esto quizás haya favorecido que actualmente prevalezca, lo efímero frente a lo permanente, con un sistema de defensa y se generalice la arquitectura dando como resultado una cultura globalizadora; un gusto por lo provisional, como un modo subsidiario de evitar soluciones definitivas y dar entrada al comercio en la renovación, posponiéndose una arquitectura no permanente en la que parcialmente se cree más libre.
¿Es posible una arquitectura que se ejecute sin un lugar?, ¿donde el sitio específico no le condicione, como un automóvil, una nave o ciudad en el espacio interestelar, como nos los han querido presentar ciertas visiones del futuro del cine y la literatura? De hecho siempre ha habido arquitectura de nómadas, arquitectura de quita y pon para viajeros; arquitectura de artefactos móviles, desmontables y que se implantan en cualquier sitio. Sin embargo siempre hay unas condiciones mínimas, debidas al medio físico, aunque sólo sea la planeidad del suelo o la resistencia del terreno, que implica una serie de limitaciones y le impone unas condiciones a la forma. En su cantidad, calidad y su procedencia, podremos calificar o decir si se trata de un medio físico, de un sitio, o de un lugar al que hemos cargado de referencias culturales y poéticas y que hemos inventado, quizás porque ella nos lo ha sugerido.
Así, la condición artística de la arquitectura se deja sentir por encima de la técnica. Cuando la arquitectura se inspiraba en la lingüística y se propugnaba como un sistema de significados, y se hablaba del contexto como sustitución de la función, la arquitectura alteró sus presupuestos ideológicos. Y es la valoración del lugar, las consideraciones del contexto, aquellos aspectos particulares o subjetivos que inciden en el artista, lo que nos conduce a pensar en la irrepetibilidad del objeto, en sus condiciones sensitivas y nos confirma esta condición artística de la arquitectura.
Entender el presente de una ciudad supone asumir la idea de que la ciudad es el conjunto de formas que se han ido construyendo en el tiempo; formas superpuestas, de modo que las primeras condicionan a las posteriores. De este modo las formas arquitectónicas de la ciudad histórica, como los eslabones de una cadena, se suceden unas a otras y el pasado es ineludible y no nos podemos abstraer de él, ya que es el responsable y nos explica lo que somos y la sustancia de nuestros actos. Las primeras trazas de las cosas, a modo de una semilla, generan las sucesivas transformaciones y quizás por ello el trabajo de los arquitectos, tiene siempre necesidad de asumir el pasado.


Necesitamos proyectar en el tiempo las ideas, formas y sensaciones, heredadas y acumuladas que forman nuestro patrimonio. En su hacerse, la estructura urbana soporta no sólo intervenciones esporádicas, sino un continuo obrarse en el tiempo; está haciéndose y deshaciéndose ininterrumpidamente. La acción del arquitecto sobre el pasado atiende a la reelaboración de las ideas y formas históricas, y con su acción directa, viene a proyectarlas al futuro.


Solar del Museo Guggenheim de Nueva York.

A P U N T E S DE C L A S E S N°1


Curso: Observación de la Arquitectura y la Ciudad
Profesor: Francisca Correa Silva
Primer semestre 2012

1.- Introducción:
Se define ARQUITECTURA como el arte de proyectar y construir edificios para el uso del Hombre. A su vez se le considera ARTE desde el momento en que conlleva una búsqueda estética.
Ver y entender la arquitectura requiere de parte de los estudiantes de un aprendizaje intenso ya que no es suficiente la simple predisposición.
Solemos creer que debido a que nos rodea permanentemente y vivimos en ella y la estamos percibiendo todo el tiempo no requerimos de ningún tipo de preparación para su comprensión.
La Arquitectura se aprende a ver y sentir al encontrar mensajes sutiles y muchas veces delicados que quiere transmitir su autor, juegos formales que nos traen al presente referentes de otras arquitecturas desarrolladas a lo largo de la historia, al entender la explicación que hace la arquitectura de ella misma, de su disposición para ser usada de una determinada manera, de la forma de resolver sus soluciones técnicas.
El campo de la arquitectura es inagotable, constantemente están apareciendo nuevas formas de mostrarse, de explicarse, de apelar a nuestra sensibilidad. Por estas razones, para acceder al entendimiento de la arquitectura se requiere de una formación en base a la experiencia y el estudio.
El ejercicio fundamental para el conocimiento de la arquitectura es la experiencia personal, la arquitectura hay que verla y recorrer: mirar, recordar, escrutar, ordenar, descubrir y preguntarse.
Si bien es cierto que hay que ver y entender, no es menos cierto que también es necesario hacerlo a través de representaciones de todo tipo: planos, dibujos, fotografías, maquetas, etc.
La arquitectura se comunica a través de lenguajes que tienen que ver con la técnica constructiva, con el juego interior de ciertos repertorios, con la regularidad y la excepción, con el contraste y la armonía, con la dimensión y la proporción, con lo particular y lo genérico. Todos estos valores son fruto de la genialidad del arquitecto quien muchas veces se remite a reglas ya establecidas y otras veces es capaz de proponer nuevas maneras de hacer.
El ir conociendo la historia, los referentes funcionales y técnicos nos permite avanzar en la comprensión de sus significados y de los mensajes que el arquitecto quiere transmitir.
La arquitectura al ser un hecho técnico y práctico, tiene que ver con la utilidad de ciertas funciones y con los requerimientos técnicos que garanticen su estabilidad, durabilidad en el tiempo y seguridad.
El ser un hecho técnico y práctico es ineludible a toda obra arquitectónica, pero ni la utilidad ni su condición técnica se muestra de manera inmediata, sólo es posible su conocimiento a través de su representación. No es necesario conocer en detalle un programa funcional de un edificio para entenderlo, no es necesario tener un gran conocimiento de la técnica y las estructuras para entender su lógica constructiva y su expresión formal.
Para entender la arquitectura es necesario entender su historia, sus referentes concretos, la búsqueda de lo anterior que legitime el presente.
La historia de la arquitectura ordena y organiza la sucesión de experiencias concretas a determinados problemas los cuales llevaron a recomponer miradas, lenguajes y conceptos. No existe hecho sin historia ni particularidad sin ideas ni razones.
Para entender, relacionar, analizar y discernir no se puede prescindir de las nociones generales de conceptos que precisa nuestro saber.

PRIMERA UNIDAD: EL SENTIDO DE LA ARQUITECTURA
ARQUITECTURA: arte de proyectar y construir edificios para el uso del hombre.
VITRUVIO en el siglo I señalaba como características de la arquitectura
La firmitas: seguridad a nivel técnico y constructivo
La utilitas: función a que se destina el objeto construido
Las venustas: belleza que posee la obra construida.
De aquí podemos desprender que la arquitectura presenta ciertas particularidades que la diferencian de otras obras de arte:
1.- preponderancia de los aspectos materiales y técnicos: la técnica constructiva se preocupa de la correcta utilización de los materiales en función de sus cualidades y de su naturaleza de manera de asegurarse que cumplan satisfactoriamente con las condiciones de solidez, aptitud y belleza.
2.- aspecto funcional: característica diferenciadora en relación a otras experiencias artísticas. El que una obra de arquitectura deba servir para lo que ha sido creada parece una afirmación lógica, sin embargo el lenguaje de la arquitectura es más complejo ya que habla de la abstracción en la obra, algo que debe ser necesariamente interpretado.
3.- el elemento que verdaderamente caracteriza al fenómeno arquitectónico y lo diferencia de las demás artes es el ESPACIO, espacio interior definido por unos límites físicos que determinan un volumen, al tiempo que posibilita la función arquitectónica y el recorrido interior del edificio. De la posibilidad de recorrido interior se desprende otro factor: el sentido temporal, el del tiempo invertido en la realización del recorrido.
4.- su localización: los edificios no pueden ser trasladados y nuestro conocimiento real se reduce al de aquellos edificios en los que transcurre nuestra cotidianeidad y a los conocidos a través de visitas ó viajes.

EL ESPACIO ARQUITECTONICO: es el elemento que caracteriza y diferencia la arquitectura en relación a las demás artes visuales. La sintetiza y caracteriza.
La arquitectura, al margen de consideraciones estéticas ó de significado, es ante todo el AMBIENTE donde desarrollamos nuestras actividades, es la primera función de un edificio: servir para lo que ha sido creado, para lo cual depende de la existencia de un espacio interior que le posibilite el desarrollo de esa función.
Para que el espacio pueda ser percibido, necesita de límites físicos que lo definan y enmarquen y de elementos formales y constructivos que mediante el desarrollo técnico expresen la forma arquitectónica.

ESPACIO = vacio construido
El espacio interior conlleva dos hechos:
1.- su repercusión en el espacio exterior, lugar o contexto que se ve afectado al creársele el edificio
2.- la posibilidad de un recorrido dentro del edificio que implica y establece una dimensión temporal.
El volumen es la expresión exterior del espacio interior creado y no siempre se adecua a su verdadera forma ó dimensión: un volumen sincero es el que refleja fielmente al espacio interior que contiene.
A través de los espacios interiores de los edificios pueden transmitirse distintos tipos de mensajes simbólicos, poder político, etc.
El recorrido proporciona un conocimiento del espacio desde múltiples puntos de vista determinados por el movimiento, el recorrido implica una dimensión temporal: la del tiempo empleado en su recorrido.
El espacio caracteriza la arquitectura, en él se sintetizan todos aquellos factores como los materiales, formales y compositivos que lo definen y dan identidad.
La concepción teórica del espacio no es única, los teóricos no han entendido siempre lo mismo a través del tiempo, y si bien el espacio era un concepto conocido y estudiado desde la antigüedad, su incorporación al campo de la teoría de la arquitectura no se ha producido hasta fines del siglo XIX coincidiendo con la aparición de la Arquitectura Moderna.
En relación a la percepción del espacio, ésta varía dependiendo de nuestra posición con respecto a él. En la pintura se experimenta sobre una realidad plástica bidimensional, en escultura sobre una tridimensional, en arquitectura se introduce un nuevo factor: el observador- uno mismo- nosotros. La posición que ocupemos frente a la obra de arquitectura ó en su interior es definitiva para la percepción que tendremos del fenómeno arquitectónico.
Si nos movemos y nos situamos en un punto determinado, la visión que tendremos es tridimensional como en la escultura ó un cuadro en perspectiva, en relieve.
Si nos movemos en torno al edificio, recorremos su interior, vamos a tener una nueva experiencia: la CUARTA DIMENSION – múltiples puntos de vista nos dan diversas imágenes de un mismo edificio.
Para Louis I. Kahn “la arquitectura es la construcción estudiada de espacios y la continua renovación de la arquitectura proviene de la evolución de los conceptos espaciales”.
Así como no existe una concepción única del espacio, tampoco existe una valoración unitaria del mismo lo que ha derivado en arquitecturas de diversas características:
1.- Imperios antiguos hasta el Mundo Griego, predominio de volúmenes externos, el espacio es concebido como aquello que queda entre esos volúmenes ó cuerpos tridimensionales: Zigurat en Mesopotamia, Pirámides en Egipto, Partenón en Grecia
2.- la Arquitectura conquista el espacio interior: corresponde  al período desde el Imperio Romano hasta mediados del siglo XIX, no mantiene contacto con el exterior ó contexto.
3.- El espacio interior entra en contacto con el exterior produciéndose una interrelación de espacios, una interfaz: Frank Lloyd Wright, Mies van der Rhoe, Le Corbusier.

TIPOS DE ARQUITECTURA:

Evidentemente no todas las arquitecturas son iguales, básicamente porque no todas pretenden responder a unos mismos objetivos.
A menudo se distingue entre arquitectura histórica o estilística, arquitectura popular o tradicional y arquitectura funcional.

Para los historiadores del arte, la arquitectura se reduce
a aquellas obras que toman en consideración el espacio y
los lenguajes artísticos, limitándose a estudiar una selección de arquitecturas-claves, especialmente  significativas dentro del desarrollo de la historia del arte. Estas obras se podrán encontrar indistintamente en el hábitat rural y en el urbano.

Definirla arquitectura popular plantea dificultades. Po -
demos establecer una distinción entre la arquitectura vernácula, que llamaremos popular y, la arquitectura primitiva. Las diferencias básicas entre ambas se derivan, por una parte, del diferente grado de complejidad técnica y, por otra, de la existencia o no de alusiones a la arquitectura histórica o estilística La arquitectura primitiva tiende hacia la definición territorial con indicaciones jerárquicas y rituales (la cabaña del jefe, del brujo, el recinto sagrado...),mientras que la arquitectura popular busca, ante todo ,la solución óptima de la función.

Como características de la arquitectura popular señalemos el protagonismo de los materiales y las técnicas constructivas de la zona, la participación directa del usuario en el proyecto y en la realización, el empleo de un repertorio formal de gran sencillez, con algunas referencias puntuales a los lenguajes cultos y especialmente, la perfecta adecuación a las necesidades funcionales.
 En la arquitectura popular estas soluciones se dan sin pretensión de "estilo, ni de artisticidad", pero no por ello sus realizaciones carecen de sensibilidad ni quedan completamente al margen de la estética. La arquitectura popular, al igual que la llamada estilística, puede darse en el hábitat rural o en el urbano.

Existe una arquitectura que no puede ser considerada estilística ni popular. Es aquella arquitectura cuyo único
objetivo es la utilidad, sin ningún tipo de vinculación con el lenguaje de la arquitectura histórica y sin pretensión de artisticidad: es la arquitectura meramente funcional que llenan nuestras ciudades.

Las diferencias establecidas entre los tipos de arquitectura vistos hasta ahora no han existido desde siempre, si no que cada época histórica ha tenido sus propias concepciones de la arquitectura, de lo que debía considerarse como tal y de dónde debía situarse el limite o franja divisoria entre la verdadera arquitectura y la edilicia o mera construcción.

Para los grandes imperios del Oriente Próximo, Egipto y
Mesopotamia, la “arquitectura” era la gran arquitectura
Monumental de los templos y los palacios. Se trataba de
Una edilicia sacra y aúlica dedicada a la exaltación y glorificación de dioses y soberanos.

La concepción de la arquitectura experimenta una variación en Grecia, donde se llega a concebir al hombre como medida de todas las cosas. Existe una gran arquitectura,
Eminentemente religiosa o ceremonial, pero junto a ella aparecen grandes conjuntos arquitectónicos dedicados al
Hombre y a sus actividades. Los arquitectos griegos construyen teatros, palestras, odeones, mercados públicos...con la misma atención y cuidado con que se dedican a levantar “moradas de dioses”. No obstante, se considera que la arquitectura posee un rango inferior al de las demás artes, dado su carácter manual.
Durante el Imperio Romano y siguiendo a Vitruvio
(siglo I a.c.), la arquitectura es considerada como una disciplina teórico-práctica que se encarga "de la construcción de la hidráulica, de la construcción de cuadrantes solares, de la mecánica y de sus aplicaciones en la arquitectura civil y en la ingeniería militar. La "arquitectura" se dedica en Roma a construir edificios religiosos, civiles públicos y palacios.



DESDE LA PREHISTORIA AL MUNDO GRIEGO:
Durante la prehistoria surgen los primeros monumentos y el hombre comienza a dominar la técnica de trabajar la piedra.
El surgimiento de la arquitectura está asociado a la idea de abrigo. El abrigo, como construcción predominante en las sociedades primitivas, será el elemento principal de la organización espacial de diversos pueblos. Este tipo de construcción puede ser observado aún en sociedades no integradas totalmente a la civilización occidental, tal como los pueblos amerindios, africanos y aborígenes, entre otros.
La presencia del concepto de abrigo en el inconsciente colectivo de estos pueblos es tan fuerte que marcará la cultura de diversas sociedades posteriores: varios teóricos de la arquitectura en momentos diversos de la historia (Vitruvio en la antigüedad, Leon Battista Alberti en el Renacimiento, y Joseph Rykwert más recientemente) evocaron el mito de la cabaña primitiva. Este mito, con variantes según la fuente, postula que el ser humano recibió de los dioses la sabiduría para la construcción de su abrigo, configurado como una construcción de madera compuesta por cuatro paredes y un tejado de dos aguas.

El cobijo natural fue la cueva, la que derivó en las construcciones de madera o cabañas de las cuales no quedaron restos y en construcciones subterráneas ó troglodíticas que podían servir de almacenaje, vivienda, funerarias ó religiosas como tumbas faraónicas, catacumbas cristianas que eran lugares de paso, galerías transitables con nichos excavados en las paredes, tenían sentido en cuanto permitían el desplazamiento pero no poseían un espacio valorado como tal con significación estética.
Hoy en día la arquitectura subterránea está siendo reconsiderada ya que las nuevas tecnologías permiten su renacimiento basado en la habitabilidad más que en la apariencia y no a partir del temor que el hombre primitivo sentía por el espacio exterior rotundo.
A medida que las comunidades humanas evolucionaban y aumentaban, presionadas por las amenazas bélicas constantes, la primera modalidad arquitectónica en desarrollarse fue esencialmente la militar. En ese periodo surgieron las primeras ciudades cuya configuración estaba limitada por la existencia de murallas y por la protección de amenazas exteriores.
La segunda tipología desarrollada fue la arquitectura religiosa. La humanidad se confrontaba con un mundo poblado de dioses vivos, genios y demonios: un mundo que aún no conocía ninguna objetividad científica. El modo en que los individuos lidiaban con la transformación de su ambiente inmediato estaba por entonces muy influenciado por las creencias religiosas. Muchos aspectos de la vida cotidiana estaban basados el respeto o en la adoración a lo divino y lo sobrenatural. El poder divino, por lo tanto, era equivalente (o aún superaba) el poder secular, haciendo que los principales edificios dentro de las ciudades fueran los palacios y los templos. Esta importancia de los edificios hacía que la figura del arquitecto estuviera asociada a los sacerdotes (como en el Antiguo Egipto) o a los propios gobernantes y que la ejecución fuera acompañada por diversos rituales que simbolizaban el contacto del hombre con lo divino.
Las ciudades marcaban una interrupción de la naturaleza salvaje, eran consideradas un espacio sagrado en medio del espacio natural. De la misma forma, los templos dentro de las ciudades marcaban la vida de los dioses en medio del ambiente humano.
Las necesidades de infraestructura de aquellas primeras ciudades también hicieron necesario el progreso técnico de las obras de ingeniería.
En Egipto, el espacio es considerado en la medida que permite desplazarse, moverse en el interior del edificio para dirigirse desde la entrada a un punto clave o central del edificio,  generalmente la estatua de un dios del difunto, pero sin una valoración estética de su espacialidad. Según Christian Norberg-Schulz, los egipcios concibieron su arquitectura como una simple articulación de volúmenes.


Mesopotamia y Oriente próximo: sus grandes aportes son el uso del ladrillo como material de construcción y ornamentación  y el sistema abovedado en base a arcos y bóvedas. En sus inicios se articulaban siguiendo una directriz quebrada, no se podía avanzaren su interior en línea recta, se estaba obligado a realizar giros ortogonales y quiebres, posteriormente van adoptando composiciones dispuestas en relación a un eje longitudinal. A nivel espacial las salas de columnas de los palacios persas representan un espacio vacío entre volúmenes pétreos. El espacio sólo será realmente valorado en las grandes salas cubiertas por bóvedas de ladrillo.
Arte Egeo: en los palacios de la isla de Creta se introducen factores nuevos en la arquitectura: edificaciones construidas por salas pórticos y patios adosados o superpuestos que se articulan siguiendo una directriz quebrada que se adapta a las irregularidades del terreno donde se asientan. Su abundancia de galerías de pilastras, escaleras y patios daba a los edificios cretenses un carácter abierto y alegre, a la vez estableció las primeras conexiones entre el espacio interior y el espacio exterior. Los espacios cretenses están habitados por hombres y a esa función se adaptan.
Micenas y Tirinto: se pierde la conexión espacial interior-exterior siendo sustituida por el planteamiento de una arquitectura sólida y cerrada con un fuerte carácter militar. Aparece el concepto de recinto y la búsqueda de una clara línea axial
La arquitectura y el urbanismo practicados por los griegos y romanos se distinguió claramente de la de los egipcios y babilonios en la medida en que la vida civil pasaba a tener más importancia. La ciudad se convierte en el elemento principal de la vida política y social de estos pueblos: los griegos se desarrollaron en ciudades estado y el Imperio romano surgió de una única ciudad. El arquitecto griego Hipódamo de Mileto es considerado el primer urbanista de la historia. El ejemplo más conocido de este tipo de arquitectura corresponde a Apolodoro de Damasco.
Durante los periodos y civilizaciones anteriores, los asuntos religiosos eran el motivo y del mantenimiento del orden establecido; en el periodo grecorromano el misterio religioso traspasó los límites del templo-palacio y se hizo asunto de los ciudadanos (o de la polis): surge ahí la palabra política, absolutamente relacionada a la idea de ciudad.
Mientras los pueblos anteriores desarrollaron sólo las arquitecturas militar, religiosa y residencial, los griegos y romanos fueron responsables del desarrollo de espacios propios a la manifestación ciudadana y de los quehaceres cotidianos: el ágora griega se definía como un gran espacio libre público destinado a la realización de asambleas, rodeado por templos, mercados y edificios públicos. El espacio del ágora se convirtió en un símbolo de la nueva visión de mundo, que incluía el respeto a los intereses comunes, e incentivador del debate entre ciudadanos, en lugar del antiguo orden despótico.
Los asuntos religiosos aún poseían un papel fundamental en la vida mundana, pero ahora fueron incorporados a los espacios públicos de la pólis. Los rituales populares eran realizados en espacios construidos para tal fin, en especial la acrópolis. Cada lugar poseía su propia naturaleza (Genius Locci), insertados en un mundo que convivía con el mito: los templos pasaron a ser construidos en la cima de las colinas (creando un marco visual en la ciudad baja y posibilitando un refugio a la población en tiempos de guerra) para estar más cerca de los cielos.

Podemos afirmar que la arquitectura griega representa el triunfo de la proporción, de la escala humana, sin embargo es carente de consideración del espacio interior. Los templos se elevan sobre una plataforma rectangular de la que arrancan los fustes de las columnas, sobre los capiteles descansan un entablamento que a los lados menores del templo se remata con un frontón rectangular que esconde una cubierta a dos aguas. El templo forma un bloque prismático en cuyo interior se guarda la estatua de la divinidad. El interior no se concebía como espacio de ceremonias sino como residencia de la estatua de un dios. Los templos griegos eran admirados desde fuera, por lo tanto las valoraciones espaciales deben buscarse en el exterior de los edificios, en las relaciones volumétricas de cada edificación con las que las circundan como en el caso de la Acrópolis, en los juegos de escala y proporción, la articulación de edificios a lo largo de un eje y la adaptación a la topografía del terreno forman parte fundamental de la historia del urbanismo.